Pensé en matarla con un simple adiós, pero el deseo entero y profundo de verla sufrir me hizo pensar más. Todo el tiempo que la estuve esperando, sentado en aquél sofá podría ser parte ahora de mi venganza.
Tomar un hilo suelto y jalarlo para ver cómo se desgarraba su vida, pero se me hizo poco importante, pensé entonces en esperar y romper el suelo donde caminaba pero no podía morir tan rápido sin sufrir.
Y fue cuando decidí usar su arma en su contra, aunque no habló, sus palabras hicieron daño, y ahora yo utilizaría eso, su deidad se volvería cual arpía esperando la oportunidad de robar algo. Se arrastraría para rogar por algo de comer mientras yo estaría disfrutando de cualquier lujo imaginable.
Al final, de tanto pensar llegó mi turno, me dio otro motivo para odiarla y tome otro clavo que pensaba enterrar en el ataúd, pero cuando salía por las escaleras ella me siguió para disculparse y cayó para nunca levantarse.
Me hizo sentir tan feliz eso...
PD: Era mi psicóloga.
1 comentarios:
Por raro que suene, la verdad... me inspiras!! y no precisamente a "matar" sino, simplemente, me inspiras.
Saludos!!
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