Un halo de luz se cruza por las ventanas superiores de la habitación, el cuarto blanco que más bien parece una bodega de armas, pero toda la noche pensaba en mi último día, me dirigía al trabajo, caminaba sin preocupaciones más que las de poder dormir por la noche cuando ese bastardo me atacó, una mordida. Llegué al hospital cuando comencé a sentirme mal y lo último que recuerdo es haberme levantado en un cuarto lleno de cadáveres, no sentía frío pero veía un poco de hielo a mi alrededor. Caminé y fue cuando me encontraron, soldados o científicos, ambos quizá, pero ahora nos tienen encerrados. Nos estudian, juegan y se burlan de nosotros.
Hace mucho tiempo que estoy aquí.
Las luces fluorescentes del techo se apagan, quizá se les acaba el combustible y comenzará a ahorrar, la luz tenue del sol entrante no logra corromper del todo a la oscuridad llena de gemidos guturales y andar torpe de varios caminantes como yo.
Tengo cada vez más hambre.
Se abren las puertas y la luz de aquellas puertas metálicas logra colarse para indicarnos una salida, como mosquitos hartos de la oscuridad avanzamos a la luz.
Se oyen gritos, lejanos y otros más cerca, cerca de una docena de caminantes salen antes que yo, casi todos caen al suelo acribillados por alguna especie de balas que no se oyen como tales.
Tengo hambre.
Entre gritos más sonoros y disparos que vienen de unos 10 metros adelante logro salir entre los cadáveres que ya comenzaron a descomponerse hace muchos días. Camino y veo a esa persona de blanco con una arma, no lo pensé dos veces, lo mordí en el cuello y cuando menos lo descubrí ya estaba sobre un charco de sangre desgarrando aquella carne tan sabrosa.
Por primera vez en mucho tiempo comía, aunque no parecía necesitarlo para seguir vivo me hizo sentir así, vivo, regenerado, tenía fuerza para seguir adelante, mis piernas las sentía fuertes pero mi hambre no se saciaba.
Tengo u andar torpe, mi cuerpo que ya ha comenzado a pudrirse no sirve de mucho para este escape de laberintos. No hay energía eléctrica, por eso se abrieron todas las puertas, incluyendo la nuestra. Algo malo debió pasar. Sigo avanzando entre tropezones y caídas, no sé si me he roto algún hueso o dejado algún pedazo de carne pero me siento ligero, con fuerza y con mucha hambre.
Llego a lo que parece ser un cruce importante y dos disparos en la pierna me derriban. Uno arriba de la rodilla y el otro justo en el centro de la rodilla, suerte que nada duele. Me acuesto un momento, quizá piensan que morí por eso disparan a los que vienen a mi lado, pero somos demasiados, cuando menos lo espera mi agresor tiene un charco de sangre como colchón.
Mi pierna desgarrada, morada y con dos hoyos, descarnada en algunas partes, gusanos o larvas por otras, sólo veo moverse pequeños seres. Tengo hambre, pero mi miedo me detiene. Espero unos momentos mientras intento recodar hace cuánto que estoy aquí... A juzgar por mi aspecto, por mis recuerdos cada vez más borrosos... no tengo idea., parece que el tiempo no coopera con nosotros los caminantes.
Tengo más hambre, ya nadie está a mi alrededor, camino por un pasillo largo y encuentro dos puertas al final, la de la derecha está cerrada pero la izquierda sólo tiene una oficina vacía, regreso por donde venía, me dirijo a la izquierda y encuentro una puerta de servicio, entro buscando una forma de salir y encuentro que es una largo pasillo que tiene una luz al fondo.
Cuando salgo de la oscuridad de aquél pasillo encuentro tres caminantes más intentando alcanzar a un par de chicas sin armas, las dos me dan la espalda intentando detener con una mesa a los tres caminantes que están dentro. No resisto más, tuve que morderla y fue tan dulce su sabor, sólo recuerdo el grito de la otra, y después recuerdo ver su sangre chorreando por su cuerpo.
Sigo avanzando, con hambre aún, no sé cuánto tiempo camino entre laberintos de concreto de aquél lugar.
Después de un momento llego a una sala llena de escritorios y al fondo puertas de cristales rotas y manchadas de sangre. Parece que los demás caminantes encontraron la salida antes que yo.
Me dirijo al lugar, y llego a la entra de aquél sitio, tiene un gran campo ahora lleno de algunos cuerpos, de soldados o científicos y algunos de mis amigos caminantes.
Al fondo hay una valla, creí que tendría electricidad pero parece que sí hubo un corte de energía, una falla en algún lugar. Salgo de aquél edificio que de lejos parece más un centro penitenciario o un instituto de investigación de alta seguridad. Sigo caminando y dejo atrás mi lugar de encierro, no sé si hay caminantes afuera pero el aire tan puro me hace bien.
Camino entre un pequeño bosque de pinos o abetos, no lo sé, nunca he sido bueno en esto de identificar árboles.
Camino no sé por cuánto tiempo pero parece que es más tarde de lo que pensé, el sol se oculta.
Esto de caminar me da hambre.
Veo algunos animales como vacas y caballos pero no me provocan, quiero un humano, esos sí saben deliciosos, quizá mi cerebro se ande pudriendo pero sé diferenciar las cosa buenas de las malas.
Sigo caminando hasta poco después de oscurecer y llego a los límites de la ciudad.
La ciudad parece un centro de guerra. Autos en llamas, pedazos de cuerpos por aquí y allá, casquillo de balas por doquier, negocios con puertas rotas forzadas, cadáveres de caminantes en todos lados.
Pero eso no importa, yo tengo hambre y quiero comer.
A lo lejos veo un grupo de personas corriendo, me dirijo a ellos a paso muy lento.
Estando a unos metros de ellos sólo siento cómo pequeños proyectiles atraviesan mi cuerpo ya marchito. Caigo como una roca en el cemento y un chico de aquél grupo que quería cenarme se acerca y me dispara en la cabeza.
¿Quién dice que la vida de un zombi es buena?
Vendedor ambulante
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Mi vocabulario no viene de la educación formal
Hoy lo revolucionario radica en lo tradicional
Con tantos cambios se pierde tu individualidad
Las modas pasan...
Hace 2 semanas.
2 comentarios:
worales, me gustó la historia
Eso es saber lo que se siente estar al otro lado del tenedor.
Me dio hambre.
Saludos.
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