Fue entonces cuando Sebastián descubrió la verdad. La mujer que una vez amó traicionó su amor en un momento impulsivo. Y el poder que alguna vez Sebastián tuvo se perdió sin que nadie se enterase.
Sebastián salió de esa casa con la mente perturbada y se dirigió al castillo donde encontró a Fátima y le pregunto qué había con aquél héroe, pero el silencio lo dijo todo.
Con el sol saliendo entre la penumbra, Sebastián salió del castillo sin rumbo conocido.
No fue hasta medio día que regresó al castillo, se dirigió a la cocina y preparó algo de comer. Fue a la habitación de Fátima para hablar y le entregó un plato lleno de comida. Fátima sorprendida le contó lo apenada que estaba, pero Sebastián la había perdonado. Sebastián agregó la conversación que tuvo con el héroe la noche anterior. Le dijo que si quería entregar las joyas y su vida por Fátima entonces eso debía hacerse.
Fátima entendió el mensaje, aquél guisado contenía el genésico de aquél héroe, las joyas que había tomado Sebastián para alimentar a su esposa, y permitir alcanzar el perdón.
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Cuando la ficción es superada por la realidad no es que sea una mente perturbada quien la describa, sino una mente que ha escuchado los secretos de la mente.
Podríamos decir que los cuentos de hadas sólo muestran la parte bonita de las personas, pero bajo terapia podemos ver el desenlace de los cuentos, que por mucho superan la ficción.
Fátima era propiedad de Sebastián, o así lo percibía, pero la princesa lo engaño, el príncipe mató al héroe para robar los genitales, el falo que es símbolo de poder, y al final se lo dio Fátima, para que lo tuviera dentro de ella, porque al ser Fátima de Sebastián eran uno mismo, y así Sebastián tenía el poder que consumió Fátima: Sebastián introyectó el poder que le faltaba. Lo único que no tenía.
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