Un día anunciaron que tendrían a su primer y único hijo, ya que la reina tuvo complicaciones desde el inicio. Aunque todo salió perfectamente la reina nunca podría tener hijos nuevamente. Pero todo el pueblo la consentía que ella sentía que bastaba con un hijo y su pueblo para ser feliz.
Sebastían, el príncipe, creció y después de un tiempo comenzaba a mostrar la misma inteligencia que sus padres y poco a poco se acercaba más al trono, mas una cosa faltaba. Desposar una princesa digna de la corona.
Pasaba el tiempo y Sebastián no conseguía a alguien digno de él ni de los reyes. Poco a poco comenzaba a ponerse triste. Enfermó y ni siquiera los médicos más sabios pudieron ayudarlo. Entonces los padres decidieron que no era un problema de salud, sino de espíritu, mandaron a Sebastián al monasterio donde fue recluido casi un mes mientras su problema empeoraba, ni siquiera las oraciones diarias lo ayudaban.
Fue entonces cuando recordaron al ermitaño señor de barba que vivía en las afueras del poblado, y ayudaba a quienes estuvieran dispuestos a ser ayudados. Curaba a través de la palabra, y la gente sabía que eso era brujería. Sebastián tomó la decisión de ir a sabiendas que nadie apoyaba esa idea, por eso fue a mitad de la noche, escapando del monasterio.
Sebastián llegó por su cuenta, desesperado, pidió ayuda al anciano. Le pidió que le comentara lo que le pasara, y Sebastián comenzó a hablar por horas. Cuando se acercaba el alba llegaron unos soldados de la realeza, que buscaban a Sebastián desde hacía horas, sabiendo que había escapado y pensando en peligro su vida, alejaron al anciano y sacaron a Sebastián de su casa.
El anciano no opuso resistencia pero advirtió que si no conseguía una mujer su final estaría cerca.
Sebastián sabía eso, pero no fue hasta que escuchó esas palabras que decidió buscar una mujer que realmente cumpliera sus expectativas.
Como si se sincronizara el mundo, llegó a ese poblado un carruaje de realeza, venía de tierras muy lejanas y habían tenido que huir por un conflicto que ocurría en su pueblo. La princesa, su guardia real y el conductor eran los únicos que habían logrado salir de esa pesadilla. Fueron recibidos por los reyes y en cuando Sebastián vio a la princesa supo que había encontrado la joya que tanto anhelaba.
La princesa Fátima no tardó en caer enamorada de Sebastián, quien después de conocerla durante varios días decidió que debía casarse con ella.
Tiempo después de proponerle matrimonio se casó con ella y vivieron felices.
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