No recordaba, sólo esperaba, el llegar y volver a caras familiares, a lugares conocidos y a ambientes agradables, a un turbio ambiente que no debió dejar.
Podrían decir que volvía al infierno, pero para él no era más que un lugar llamado hogar. Sellado con sudor y esfuerzo, con lágrimas y sangre, con miedo y soledad, con amor.
Pasaba el tiempo y ni siquiera los dioses pudieron hacerlo bajar, aferrado a la ilusión sólo al final, cuando las cosas comenzaban a ser monótonas y tener un corazón de piedra fue que comenzó a descender, pero nunca cayó porque el final del túnel estaba a unos cuantos metros.
Si fuera un final de película se hubiera visto partes de lo que vivió, partes de cómo sufrió, esa angustia que parecía dominarlo y hacerlo desbordar, el miedo de la oscuridad que lo invadía pero esa magia que lo atraía y no lo despegaba, el juego del fuego que encendía su corazón, la herida al corazón que había olvidado, el conocer caras nuevas por ser extraño, el tocar el cielo y sentirse tan especial por no poder alcanzarlo, la alegría de caras familiares en lugares tan lejanos, y la emoción de una nueva aventura...
También se vería una cara triste al no poder alcanzar lo que tenía en mente, y una parte de él diciendo "Te lo dije". Pero al final no habría más que una lágrima por todo, lo que parecía un descanso en el paraíso se volvió un viaje de redescubrimiento, un viaje al pasado, un encuentro con tesoros del pasado tan enterrados que parecían acabarlo, pero sabía cómo contenerlos.
Un viaje al paraíso exterior terminó siendo un viaje a su interior, el viaje a su propio paraíso.
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Y así fueron mis cortas vacaciones...
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