Conseguir el boleto al inicio fue difícil pero se logró. Cuando el destino llama no puedes hacer más que abrir la puerta y decidir si sales o te quedas, pero esa puerta siempre se abre, se quiera o no.
En ese momento deseaba quedarme pero ya estaba avanzando sobre las ruedas del tiempo, sólo contando las horas hacia el final. No podía creer que avanzara por mi cuenta.
No había estado solo en el camino físico desde hace muchos años, no desde eras atrás, algo que siempre había anhelado y no podía creer que estuviera cumpliéndose ese sueño, tan realista que se tornó oscuro, como el corazón de carbón de un robot.
Sentías el miedo que de niño habías sepultado, el miedo de quedarte solo en la inmensidad, el miedo de que tus padres te abandonen, el miedo de ser comido por algún monstruo que habite bajo tu cama o en el armario, el miedo de ser llevado por un desconocido, el miedo de fracasar, el miedo de no poder hacerlo... Ese miedo que no había sentido comenzaba a comerme, esperaba poder contenerlo pero quería salir a gritos, quería explotar.
Creí que nunca lo sentiría de esa forma, quería abandonar el camino, quería que fuera un sueño y quería que el camino recién iniciado fuera el camino final. Quería estar en casa bajo las sábanas y con la luz encendida, quería que fuera el final de la pesadilla. Me costaba pensar, me costaba dormir, me costaba pensar claramente.
Volvía la ansiedad que atrás e había quedado, olvidada, sepultada, pero aún viva, y te consumía con esas garras, no puedo ni siquiera recordar esa sensación, pero veo la huella que dejó, ni siquiera mis peores temores se acercaban a lo que ocurrió.
Y el viaje seguía...
0 comentarios:
Publicar un comentario