El chico que quería celebrar su cumpleaños.

No lo recuerda por ser muy chico en ese tiempo, pero dicen que hasta los 5 años tuvo grandes fiestas de cumpleaños, tenía grandes regalos, incluso de otros países, de lugares tan exóticos que sus nombres eran difíciles de recordar, venían familiares y amigos de sus padres, personas importantes en su ciudad.

Conforme pasaba el tiempo el mundo se volvía un lugar complicado, como era un niño no se enteraba de lo que ocurría, para él y sus hermanas siempre hubo felicidad en su vida, aunque el mundo se derrumbara sus juegos siempre los hacían salir adelante, era el menor y por eso también lo protegían de las malas noticias.

Pasaron los años y cada cumpleaños había menos gente que lo visitaba, menos regalos y la fiesta era menos interesante, poco a poco se preocupaba por hacer que todos sus conocidos fueran a verlo, en vez de preocuparse por regalos o felicitaciones, él quería ver a todos sus conocidos, amigos y familiares juntos disfrutando con él.

Pero durante su último cumpleaños, el número 13, se dio cuenta que sólo amigos cercanos y algunos vecinos había ido, algo ocurría, el mundo estaba cambiando y lo veía reflejado en los actos de su comunidad. El mundo era inestable en ese momento, él lo sabía, pero no pensaba que pudiera afectarle, una comunidad tan aislada del mundo no pensaba que ocurriera algo.

Decidió hacer algo para que el próximo año todos recordaran su cumpleaños, ya que sus padres siempre decían que la gente no iba porque lo olvidaba o no tenía tiempo.
Comenzó durante ese año a mandar postales, cartas, recuerdos y de todo para que la gente viera que no importaba si hay o no visita, o un regalo, con él simple hecho de que lo recordaran le bastaba. Mando a todos sus vecinos, amigos, amigos de sus padres y sus familiares... y durante todo un año muchos recordaron su aniversario, pero una parte de él no se sentía satisfecho, quería que todos lo recordaran.

Sin embargo el día llegó, desde hacía tiempo muchos dejaron de escribirle agradeciendo los presentes que enviaba, algunos eran regresados por el correo ya que no encontraban alguien que los recibiera, pero faltaba un día para su cumpleaños número 14 y estaba tan ansioso porque sabía que si bien no todos lo iban a recordar, muchos sí lo felicitarían, estaba tan absorto en su propio mundo que los problemas del mundo real no lo hacían reflexionar nada. Sus hermanas sabían que era un día importante para él, por eso decidieron hacerle una pequeña sorpresa.

Cuando el chico se despertó a las 8 de la mañana había un gran pastel en la mesa del comedor, sus padres aún no se despertaban, una de sus hermanas lo abrazaba y felicitaba mientras la otra buscaba alguna vela de cumpleaños del otro lado de la casa, la hermana que lo acompañaba le decía que hizo una fiesta por la tarde y que iban a festejar ellos por ahora y luego irían a comprar ropa nueva para esa gran tarde.

La casa aún estaba medio oscura sin ninguna luz prendida y ninguna cortina abierta a excepción de la ventana que estaba del otro lado de la mesa, justo frente al chico y su hermana, ambos vieron cuando llegaba la hermana mayor con su vela y una gran sonrisa, listos para encender el pastel y llevar un poco de alegría al chico, la otra hermana dio media vuelta en busca de fósforos o algo con que encender la vela, pero el chico vio a lo lejos algo pasando por el cielo.
De repente una luz tan brillante iluminó todo el lugar, más que la vela recién encendida.

Entonces se se dio cuenta...

El mundo jamás volvería a olvidar su cumpleaños, aquél 6 de agosto de 1945 en Hiroshima se encendió su última vela de cumpleaños.