Querido octubre.

Por las lluvias de estos días no veía el sol desde hace tiempo, aunque ya me había acostumbrado a tenerlo tras las nubes y tener increíbles días nublados. Pero ver el sol otra vez, hoy, fue algo diferente, no fue el mismo que atormenta mis tardes, sino el sol que comienza a agonizar por el otoño, preparando su funeral ante el invierno.

No fue un día más con sol, fue un día de otoño con sol, no había calor pero había una caída de luz sobre todos lados, un color dorado cubría los techos de las casa y los árboles por donde caminaba, no me había percatado que el otoño había llegado en silencio. Y mi querido octubre comenzaba a despertar, y es que la magia entre octubre y noviembre se despierta.

Caminaba por las calles más transitadas y sin embargo pude ver l magia del otoño, esos días perfectos donde el sol no puede luchar contra el frío, un día donde las copas de los árboles bailan y las hojas caen seducidas por la muerte, esas tardes donde el calor del sol es un abrazo cálido de afecto, esas tardes donde no importa qué imagen tengas al frente siempre se ve tan iluminada y serena como la luna en octubre.

Mi querido octubre, arrastrando el otoño me ayudas a olvidar el verano, un verano amargo que trajo problemas que nunca vi, problemas que espero que se congelarán entre tus brazos.
Vamos otoño, da la bienvenida a los muertos y deja que la vida termine, que la muerte se vista de gala y camine entre árboles secos iluminados por el cálido abrazo del sol agonizante.

Mi querido octubre, te había olvidado, pero regresaste a mí, tan octubre como siempre.