Nunca me ha gustado la luz artificial de la ciudad, es un amarillo pálido que supongo es recuerdo de los primeros intentos en emular la luz solar, tiene un tono clásicos y especial, de nostalgia, pero en mí despierta algo más.
No es sólo el hecho de que tengo que verlas cada día por cuestiones que preferiría evitar a toda costa pero no puedo, siempre que voy caminando, a mitad de la oscuridad veo la borrosa luz mortecina a lo lejos y en medio de la oscuridad, la luz que debería alegrarme me sumerge en nostalgia. Una nostalgia amarillenta que me empapa sin que pueda huir.
Busco evitarla y no sé si la detesto pero preferiría que no existiera, preferiría ver una ciudad iluminada por el rosa antes de ver ese amarillo oscuro que la cubre. Nunca me había dado cuenta de que aquellas luces mecánicas siempre han iluminado de nostalgia mi corazón al verlas.
Creo que la oscuridad esconde su belleza y no tienen fuerza para luchar contra ella y por eso se visten de gala durante el día.
Vendedor ambulante
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Mi vocabulario no viene de la educación formal
Hoy lo revolucionario radica en lo tradicional
Con tantos cambios se pierde tu individualidad
Las modas pasan...
Hace 2 semanas.
7 comentarios:
Bueno, muy bueno.
Concuerdo contigo respecto a las luces, en lo personal prefiero las blancas o la oscuridad total. Punto intermedio: la luz de la luna.
Me gustó. Saludos.
a mi me gustaria la luz de la luna, me gusta la oscuridad, excepto porque asi te pueden asaltar y mas aka por estos rumbos
yo le tengo miedo a la oscuridad. Seguro te reiras y diras que chiquilina, jaja pero no. Le tengo panico desde siempre. Por suerte existen esas luces feas que alumbran las calles..porqe sino no se qe seria de mi :P
buen relato, entrega esa nostalgia y pena de aquellas luces amarillentas.
saludos!
buen relato, entrega esa nostalgia y pena de aquellas luces amarillentas.
saludos!
Creo que ese es un poco el sentido de las luces del centro de la ciudad, emular el pasado, pero suele pasarnos a muchos que aquellas luces nos traen la nostalgia de ese pasado, que no vivimos, pero que anhelamos volver a tener, y si el lugar es solitario, la melancolía del pasado cae sobre nuestras cabezas.
No hay nada que más odiemos los astrónomos aficionados que las luces artificiales. Opacan la natural luz de las estrellas.
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