Se supone que hoy es el 2 de enero de 2025, 5 años ya han pasado de haber iniciado la tercera década del siglo y no tengo ni la menor idea de lo que es mi vida ahora, sin secretos ya? con más secretos? quizá todo traumado y trabajando bajo un tubo florecente en alguna oficina de algún lugar del mundo? todavía seguiré activo el blogger??? todavía existirá mi blog??
Seguirán vivos mis padres?
Qué será de mis hermanos?
Qué será de mí?
Todavía tendré a mis amigos o tendre nuevos, seguiré viendo a los que aún son mis amigos???
¿Todavía tendré visitas o ya todos mis contactos de blogger estarán fuera de la vida bloguera...
Qué será de mí, mientras escribo me da miedo pensar, vienen a mi mente muchas cosas que me dan miedo, tengo 18 años 5 meses y 7 días ahora. No quiero ni hacer cuentas de cuántos tendré en 15 años más. Debo admitir que me da miedo pensar tanto a futuro.
Entrada programada desde el 2 de enero de 2010 siendo las 9:43 de la mañana.
Nota para mí: jugando en farm con la tal Anahiks y ahora cosechando en mi granja, estoy esperando a que lleguen los tipos que están arreglando lo que será la cocina en unos días y mientras estoy en mi lap (emachines) y estoy esperando salir con Elyel y Chris no se a dónde. No sé pero me da miedo.
30 suspiros, una de doce rebanadas, la más.pequeña y la más difícil... Quizá ya olvidé el color del bosque que habita en tu mirada, las risas que existen en tu barba.
No es que te extrañe de la misma manera que la luna necesita el mar a la tierra, no es que te extrañe de la misma manera que algunos recuerdos vuelan.
Solo un poco de compañía, o quizá el ruido entre las fantasías, quizá es más el arroyo de sentirme en armonía un segundo del día
Puede que te piense, puede que te extrañe, puede tantas cosas como tú mente volátil.
Es el descanso de la tarde el suspiro que necesitaba, es el sueño tranquilo la esperanza buscada...
Ya no sé ni cómo pensarte, o quizá si deba recordarte.
No sé si eres veneno o un recuerdo, no sé si eres invierno o un fragmento. Sé que hay partidas silenciosas que son las que dejan el mayor eco...
No, no me fui, es sólo que la mala conexión, los deberes de la vida cotidiana, una mudanza y una promesa laboral incumplida como tantas otras promesas me han tenido ocupado.
Vengo de una ciudad, nací y crecí en ella, pero es una ciudad pequeña, un pueblo grande, tiene todos los servicios pero no tiene la magnitud de una ciudad, con esos edificios y gente por todos lados, de donde vengo es de esas ciudades que aún duermen después de cierta hora, que incluso los domingos parece ritual de no salir.
Ahora vivo en el corazón de una ciudad vibrante, que si bien está despierta y es insomne, sí que duermen, quizá no con el pie fuera de la cama pero es una ciudad grande que descansa. No sé si es por el confinamiento o no, pero descansa.
En las mañnas despierta el tráfico y la gente se mueve, por las tardes parece que siempre hay caras nuevas, aunque por alguna razón recuerdo bien la cara de una vendedora muy imperativa y activa en una calle principal, quiere ofrecerme algún cambio de compañía Unefon, siempre ignoro a ellos por mi decepción Weex-Movistar y mi relación mayor de odio que de amor al pueblo donde estudié la maestría. Recuerdo su rostro, pero en estos días recuerdo más su voz. Hay otro chico nuevo, adelante de ella, es muy activo pero le falta pulir más su estrategia de acercamiento, especialmente en tiempos de pandemia prefiero no estrechar la mano pero ahora con el pretexto del virus, y sin quedar como ermitaño que viene de la ciudad pequeña, más conocido como El rancho.
Siempre he batallado con la soledad pero les cuento una noticia nueva, tengo televisión, y una para mí, es pequeña pero es mía, bueno del casero pero está en mi cuarto, y tiene Netflix. Cuando era mucho más joven soñaba con una tele para mí, luego tiene como 8 años que no me entero de las teles y me emociona mucho tener Netflix (por tiempo limitado) y una tele.
La felicidad va por momentos, cortos o largos pero son periodos que se apagan, que sólo se recuerdan cuando pasamos por esos cuartos donde encerramos con llave los momentos. Y a veces con doble seguro, como el nuevo lugar donde vivo y me emociona.
En fin, sigo conocimiendo la ciudad y una nueva vida, pero las viejas inseguridades y limitaciones siguen ahí. Por ahora sigo, sólo que no he podido comentar donde debería porque el internet sigue igual de mal, aquí en la ciudad, en el rancho o en aquél pueblo donde durante 6 horas nos cortaban toda comunicación para trasladar prisioneros... o quizá así es en todo el país.
Hace 3 años era jueves. 7 de septiembre del 2017.
Estaba en un pueblo, no sabía a lo que me había aventurado, con un nuevo curso por comenzar, feliz por haber tomado una siesta y esperar simplemente que el fin de semana llegase.
A las 21:37 no sé si seguía en esa siesta o realmente despierto. Sólo recuerdo que estaba feliz porque al siguiente día solo debía ir a clases y no poner mucha atención.
Llevaba solo unas cuantas semanas en esas cuatro paredes amarillas que dos años después me llevarían a la "locura".
Quizá en una hora me habría de levantar para comenzar a preparar la cena, no me importaba haber perdido ni la cena ni la noche porque al otro día no había trabajos no evaluaciones para mí, ese jueves había entregado todo.
Después de cierta hora los pueblos suelen ir a dormir, temprano. Durante esa noche solo recuerdo calabacitas hervidas y frijoles, había más, seguro queso y tostadas, algo de arroz, huevo o pollo. No importaba.
Estaba cocinando en esa parrilla eléctrica. No supe la hora, solo tenía hambre y todo se cocinaba a paso lento en esa parrilla.
Con camiseta y un short azul, seguía cocinando mientras veía algo en YouTube.
Solo escuché que los trastes comenzaron a moverse, pensé que temblaba, pero el hambre me estaba ganando.
Después de unos segundos sentí que temblaba, y como no era mi primer rodeo fui a lavarme las manos, por si había que salir y no salir con las manos sucias. Sin alertas sísmicas en ese pueblo tenía la guardia baja.
Me estaba lavando las manos y todo comenzó a moverse con más fuerza, quizá fue más porque ese movimiento llevaba más tiempo de lo usual, o porque rrmente comenzaba a sacudirse todo más y más. Lo siguiente que supe es que tenía que tomar una camisa o chamarra para ponermela al bajar, ya había decidido salir, solo que frente a mi armario no podía identificar qué debía tomar, la palabra chamarra o camisa no estaba en mis prioridades, me quedé paralizado unos segundos frente a la ropa mientras algo en mi mente dejó de susurrar y comenzó a gritar "teléfono, llaves, cartera". Todo en el orden en el que estaba, el celular en la cama, las llaves y carteras sobre el refrigerador antes de la puerta. En algún momento ya no solo todo se sacudía con fuerza, se escuchaba como jamás se había escuchado nada.
Salí a la puerta del cuarto, mucha gente abajo, casi todos estudiantes, entre sus 18-23 años. Algunos adultos y otros más grandes, algunos niños.
Jamás había escuchado un sonido así, solo recuerdo que todo se movía como jamás se había movido, el techo de lámina sonaba, el edificio sonaba, el suelo sonaba, las cosas adentro de cada uno de lo 40-50 cuartos sonaba, la gente abajo comenzó a gritar y otros más a callar esos gritos.
En una fracción de segundos me vi enterrado en sueño ajeno, a más de 200 kms. de mi familia, bajo algunas toneladas de cemento y varillas, pensé en la gente atrapada que he visto en tantos documentales, ¡y peor! Llegar al otro día para enterarme que toda mi familia quedó atrapada bajo esa casa construida por mis abuelos. El pánico dominó mi mente mientras, por primera y único ve en la vida, corrí durante un sismo.
Cuando pensé que si no me aplastaba el tercer piso y el techo de lámina, me aplastaría el pánico de la distancia y desconocimiento de mi familia, unas chicas que bajaban del tercero piso tropezaron, en ese momento no sé si fue empatía o un mecanismo de defensa para no ser presa del pánico, pero ayudé a levantar a una chica, la otra se levantó sin decir nada. Y olvide el pánico por un momento.
Bajé las escaleras, di dos o tres pasos y la luz se apagó.
Ahí estaba mi compañera, ella en el tercer piso, todo en el centro del patio. Debía buscarla a oscuras. Di otros dos o tres pasos y escuché una voz familiar bajando las escaleras, dos chicas abrazadas y un chico con su linterna del celular bajaban. Mi amiga muy asustada. Yo también. Todos.
Nos fuimos a una parte lejos del grupo, estaba en shock, no sabía qué decir o hacer. Hasta que alguien dijo sobre un sismos preliminar de 8 grados frente a Chiapas.
Media hora sin saber de mi familia. Fue angustiante y rápida al mismo tiempo, los segundos se vuelven horas bajo tensión pero al final uno lo recuerda en cámara rápida.
Ellos estaban bien, yo también. No electricidad hasta el otro día.
No suspendieron clases, el edificio dañado, eso es otro tema.
Cuando llegué a casa y hablé con mi familia me sentía feliz.
Desde ahí tuve problemas para dormir un tiempo. Dormía solo que me movía mucho.
También surgió un miedo nuevo, a los lugares cerrados. No es una fobia pero si puedo evitarlos yo soy feliz. No fue buena idea lavarse las manos en un baño tan pequeño cuando comenzaba eso.
Al otro día una réplica, ya en casa y con alerta sismica.
Y al volver al pueblo niños jugando al terremoto. Y sismos tan pequeños a todo momento que uno ya estaba o abrumado de la tensión o simplemente adaptado.
En el istmo de Tehuantepec se mostraron más daños. Pero en cada casa de ese pueblo se veía alguna fractura, una pared con algo desprendido, una fractura previa mas grande, algo movido...
La mañana siguiente fue de ir a la universidad y ver qué todo estaba en completo silencio. Las actividades seguían pero toda la gente en la calle y el autobús revivíamos la noche anterior.
Perdí la cuenta de las réplicas pronto. Solo recuerdo una dos días después, un sábado. Y luego la del 19 de septiembre que tanto hablan los habitantes del centro del país.
Recuerdo otras varias pequeñas en medio de la noche, en clases y en otros momentos.
Eso pasó hace 3 años. Nunca pensé en vivirlo, no quiero volver a hacerlo. Al menos aquí en el norte me siento tranquilo, pero con esa misma sensación de no saber si a la distancia mi familia estará segura. Ahora es más lejos.
Ese año me rompí el corazón por aventarlo lejos, y luego alguien lo reparaba, para luego dejarlo caer.
Ese año comenzaba una nueva aventura en un pueblo, terminaba de aprender algo que me llevó miles de kilómetros lejos. Ese año prefiero recordarlo por el inicio de un curso académico y el sismo. Lo demás que sea enterrado hasta que sirva.
Y si estoy bien no dejo de pensar, no sólo en el pasado,
en el hipotético ahora, en los mementos que creo que hubiera encontrado
cerca de ti o de ustedes, porque ya no sé si le escribo a la luna
o quizá a las pesadillas de viejos días donde volvía a la una,
de tu compañía, en calles solitarias pero me sentía con la luz de medidía.
Suelo huir de los problemas, porque me agobian muchas veces,
no dejo de pensarlos, suelo volver a ustedes.
A esas personas que habitan mi vida pasada, porque no he aprendido,
ni a quererme ni a escribir poesía para que queden atados, en algún verso perdido.
Todavía no te escribo, pero aún te pienso, todavía no te olvido
porque soy de los que entrega, de los que da, y queda perdido,
entre el vacío y entre la introspección, porque ya no pido.
No he sido bueno conmigo mismo, y he aprendido
que mis pesadillas están hechas de lo que yo olvido.
Estoy en en una ciudad tan diferente, donde me cautivan los edificios que simplemente yacen en medio de una calle o en una esquina, esos cristales donde se refleja el cielo y siempre que me encuentro con las muchas avenidas recuerdo las películas de la India María, que por cierto he estado viendo últimamente, y es que para quien viene de la tierra de Juárez, donde ese lugar es usado como insulto para otras personas, y por personas que difícilmente sabrán lo que significa viajar, aún sigo sin saber mucho de la vida citadina. Estuve varios años metido no sólo en lugares pequeños si no dentro de mí mismo.
No sé cómo se mezclan los fantasmas del pasado y las nuevas ciudades que no dejan de crecer, pero sí que anhelo, muy dentro, que al igual que la ciudad va devorando lo que está a su paso, esos fantasmas sean devorados por el paso del tiempo de mi vida. No sólo en un ritmo diferente, si no porque ya no siento que haya una tumba a la cual ir a llorar o dedicar un homenaje, simplemente es espacio que se utilizó y las cosas nunca funcionaron, como aquellos cines de antaño, o las vías de ferrocarril que llevan a ningún lado, o los terrenos que una vez fueron vírgenes. Eso es lo que pasa con la vida, una continúa y un buen día ya no reconoces quién eres porque ya eres alguien más, y espero, que seas una mejor versión de ti mismo.