Hubo un tiempo que la Luna brilló débilmente por su cuenta.
Hubo un tiempo que las estrellas iluminaban la Tierra débilmente la eterna noche.
Hubo un tiempo que la Tierra moría y la Luna con ella.
Hubo un tiempo oscuro.
Una mujer humilde y con nada que perder, deseó con todo el amor que tenía poder sanar a la Luna. Sin mañanas ni tardes, en un momento cualquiera encontró una escalera dorada, más alta que sus sueños, tan alta como su amor, tan peligrosa como la oscuridad que abrazaba al mundo.
Advertida fue, de que si subía y lograba llegar a la cima un deseó se cumpliría, de lo contrario, mucho dolería aquella caída.
La mujer desafiante al tiempo y la ingenuidad, se acercó a las estrellas, una de ellas se acercó al llegar a la cima. En el punto más alto y con los pies casi sin tocar nada firme, por fin pudo alcanzarla.
La estrella dijo: "un deseo y nada más, sueña lo que quieras y se volverá real, pide bajar con seguridad y nada será igual."
Aquella mujer tomó su corazón y se lo ofreció a la Luna, deseó su felicidad para verla brillar como eras de antaño, y la oscuridad desapareciera.
Y la estrella cumplió.
Hubo un tiempo que la Luna brilló por su cuenta.
Hubo un tiempo que el amor hizo mover al mundo.
Hubo un tiempo que el Sol fue mujer y entregó todo de ella para que su amor hiciera eco en cada corazón de la humanidad.
Hubo un tiempo que la Luna fue rescatada, hubo un tiempo que soñábamos con la luna, pues nos recuerda aquella leyenda de cuando el sol le regresó el brillo perdido a la Luna.
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