Un oso de pie frente a mí, con sus garras abiertas, sin miedo a nada, me detuve a admirarlo, me ofreció su valor, pero yo no lo necesitaba.
Una araña, negra y escurridiza construía la red para atraparme, con su amplia mirada y sus colmillos escurriendo en veneno, se acercó a besarme, puse mis labios, y me ofreció su astucia, pero yo no la necesitaba.
Un gato, desde la oscuridad y el pasado observándome, su mirada atravesaba mi alma y dispuesto a llevársela, abrí mis brazos, me ofreció sabiduría, pero yo no la necesitaba.
Una libélula, revoloteando para quitarme el aliento, se acercó velozmente, me senté sofocado, y me ofreció amor, pero yo no lo necesitaba.
Una rana, húmeda en el agua y veneno, encendió sus colores para tomar mi mano, yo la extendí. Me ofreció vigor, pero yo no lo necesitaba.
Un pavo real platedo, brillante como el mercurio, como la luna al mirarse vanidosa en un lago, se acercó sin pedirme nada, extendió sus plumas y me reflejé sobre ellas, me ofreció encender mi corazón con sus colores.
Yo le ofrecí iniciar un viaje.
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