Antes que los dioses despertaran, me encontré a mí mismo, en esencia, descubriendo los cimientos del mundo.
Me percaté de la necesidad de que todo esté en el orden correcto, no es un trabajo de algún obsesivo-compulsivo, es que todos ocupamos el lugar que ocupamos para alguna razón y por algún motivo.
Algunas vidas son efímeras para hacernos sentir, algunas dudas son eternas para nunca descansar, algunas personas pasan a la historia por casualidad, algunas personas aparecen por un momento vital, algunas sonrisas jamás ven la luz del sol para no incomodar, y algunas lágrimas nocturnas limpian el alma.
Es así que me presenté a los dioses, a su despertar, con miedo, inseguridad, ansiedad, temblores en el cuerpo y ganas de llorar, pero más que nada una gran curiosidad, y acepté la enorme tarea de existir en el plano que no son las ideas.
Antes existía sin pensar, ahora tengo hambre, sueño, sed...
Los dioses no abandonan al que elige seguir andando, pero ¿quién puede caminar nuestro propio camino si no usamos nuestras piernas?
Desperté a todos los dioses y acepté la misión indefinida. A veces quiero abandonar, no estaba preparado para esto. Pero aquí sigo, imaginando cómo pudo haber comenzado todo...
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