Hola... - dijo evidenciando su inseguridad - vengo a despedirme. Él lo
miró con la profundidad y serenidad que lo caracterizaban en las crisis, era su
mejor amigo, cómo no iba a ser una crisis esta.
No creo que quiera escucharte, no me imaginé que fuera a pasar esto
-respondió su amigo
Es más difícil para mí que para ustedes, yo me voy, ustedes se quedan,
juntos - Sabía que sus palabras tampoco tenían mucho sentido - es lo que quería
desde el principio, me sentía atrapado y creo que es lo mejor para mí, tú mejor
que nadie lo sabe, tú sabes todo de mí.
Su amigo, callado y viendo el suelo no hizo más que levantarse y
abrazarlo como si se aferrara a la vida, mientras él regresaba aquél abrazo
pero por primera vez se alejaba incipiente. En un silencio dijo todo, también
dijo lo que el otro pensaba, se conocían desde mucho tiempo atrás como para no
saber que piensan, incluso lo mucho que se extrañaran.
Se alejó para comenzar la larga lista de despedida, creyendo que esta
primera sería la más difícil, su amigo Jesús, el chico con el que compartió sus
primeros amores y desventuras, sus hazañas más grandes y recuerdos más tristes,
le había dicho adiós sin tener certeza de nada.
Caminó a la siguiente casa cercana, para esto pasó por su casa y al
verla pensó que lo mejor sería suspender todo, pero sabía que si lo hacía era
recaer en lo mismo.
Al tocar la puerta de la siguiente casa abrió una chica de cabello negro
y chino, al igual que su amigo Jesús ella conocía grandes secretos, los tres
eran inseparables entre los demás, incluso conocía el amor que podía expresar
el chico. Con la mirada inicial Fátima en el portal de su puerta supo lo que
ocurría, la sonrisa que siempre brotaba de ella, sus ojos negros y alegres se
tornaron en tristeza y lagrimas caían sobre su piel canela.
Es tan difícil esto… no creí que llegaría, creí que estaríamos juntos
siempre… - las palabras de Fátima demostraban todo el miedo convertido en
rabia- ¡lo prometiste!
La gente crece y sabes que es lo mejor aunque sea difícil, nos adaptaremos
a esto - intento calmarla el chico
Pero no quiero seguir sin ti, estaremos incompletos... -más lagrimas
salían.
Es lo que quiero hacer, no me lo complique más...
Y en otro abrazo pudieron conectarse y sentir como ese lazo se fortalecía
aunque la distancia comenzara a separarlos a partir de ese momento.
Caminó de nuevo a otro punto de despedida, esta vez era un lugar que no
frecuentaba mucho en la ciudad pero conocía tan bien como la palma de su mano,
la casa con rejas rojas le indicaban su siguiente despedida.
La puerta la atendió una chica atlética de cabello corto, dominaba
diversas disciplinas marciales aunque sus favoritas eran las técnicas ninjas,
el dominio de la katana era su fuerte, nunca le había ganado a ella a pesar de
no ser físicamente tan grande como el chico.
Al abrir se dio cuenta de las palabras que diría.
Supongo que ya sabes a que vengo... - dijo el chico con esa inseguridad
Sí, pero también sabrás que no quiero que lo hagas - respondió ella al
borde de las lágrimas, casi nunca la había visto así, por ello casi también se
desborda.
No nos olvides, no nos dejes tampoco, estaremos contigo siempre - dijo
ella.
No, pero tampoco los llevaré y eso nos ayudara - respondió el dándose
cuenta lo mucho que le afectaba verlos.
Con el ultimo abrazo de despedida se sintió incomodo por primera vez,
algo en su despedida no debía ocurrir.
Caminó hasta encontrar el tren que lo llevaba fuera de la ciudad, la
casa más lujosa del pequeño poblado pertenecía a la familia de Issac, heredero
de una gran fortuna que hicieron sus padres, no era un presuntuoso pero podía
tener lo que él quisiera. Estaba en la ciudad, estudiaba fuera de ella, por eso
el chico decidió ir ese día a despedirse.
Al presentarse ante el guardia de seguridad de la mansión Issac bajo las
escaleras con la agilidad que le caracteriza, no era un experto en artes
marciales pero la práctica deportiva habían hecho de él una persona competente
y activa, ágil y silenciosa, discreto pero resplandeciente, el chico siempre
admiraba eso.
¿Vienes a despedirte? - Preguntó Issac sin rodeos.
Sí... - dijo el chico
¡No te vayas! - le suplicó Al chico - no puedo pensar en perderte de
nuevo, tengo suficiente con no estar en la ciudad, cambiaré de escuela para
tener más tiempo pero no te vayas...
Issac era la clase de persona a la que le rogabas su atención, pero ver
que el rogaba algo le sorprendió y recordó la inocencia perdida entre oro y
diamantes que se escondían tras su amigo. El chico le explicó su despedida y cómo
a todos le dijo que era lo mejor sin tener certeza. Ambos seguirían sus caminos
diferentes como él lo había emprendido tiempo atrás. Issac como niño malcriado
no lo aceptó al principio pero luego sería el que mejor entendiera todo.
La siguiente casa parecía un pequeño castillo de princesas, donde alguna
vez una chica de cabello negro y ojos azules que parecían grises, jugó con
vestidos rosas, príncipes y unicornios, y una hermana alegre. Ahora abría la
puerta con esa mirada seductora y ataviada de negro en pleno verano, era
Aleksandra, de padres rusos que emigraron por la guerra, ella nació en esa
ciudad pero nunca se considero extranjera a pesar de que su apariencia de tez
blanca como la nieve y conocimiento de otros idiomas la calificarían como rusa.
¿También me dejas? - Dijo ella con tristeza y enojo que supo manejar
No me voy a morir, sólo me voy a mudar... - respondió el chico
¿Y cada despedida no es un final como la muerte? - Dijo Aleksandra
mientras respiraba recordando sus clases de canto.
Pero cada final tiene un nuevo comienzo, aunque no sea la mejor forma de
comenzar - dijo el chico recordando la muerte del amigo de Aleksandra en un
atentado terrorista años atrás.
Vete, olvídame, pero recuerda que dejamos una huella, y te ayudamos a
ser quien eres, no nos recuerdes aunque estemos ahí siempre - El chico recordó
sus palabras por qué era su amor inalcanzable, bella e inteligente, no podía
esperar más que palabras de aliento hacia él.
Y así con la frialdad y cinismo de Aleksandra el chico se fue a su
siguiente visita.
Quien abrió la puerta bien podría ser modelo, rubio y con ojos de color,
tras un cuerpo ejercitado sabía que se escondía una gran sinceridad y compasión
por lo demás, conocía las dobles caras mejor que nadie, pero era muy
inteligente para manipular y conocer lo que hay detrás de las personas, sólo
con ellos y su familia Fernando había sido honesto por eso la despedida fue
devastadora.
No nos dejes por favor - dijo Fernando mientras lloraba
Debo hacerlo y lo sabes – Respondió el chico
Creí que no lo harías, siempre te voy a querer hermanito - Aunque solo
los años habían hecho lazos entre ellos la cercanía familiar era lo más honesto
que podía ofrecer, y se dio cuenta de lo mucho que ambos se necesitaban,
Fernando era el más grande de todos y el chico de las despedidas era el menor de
los hombres, por eso era consentido por todos. Y en un abrazo sincero y de
dolor de despidió de él por última vez.
Su siguiente visita era una chica del mismo barrio, de cabello castaño y
modelo, abrió la puerta mientras lo miraba fijamente con una sonrisa y miedo.
No es difícil suponer que sabes a qué vengo - dijo el chico
Lo sé, pero no quiero que lo hagas - respondió la chica mientras
recordaba la inocencia y caos que era el chico, eso que tanto admiraba de él.
Pero es necesario decir adiós, si no de nada valdrá seguir igual -
comentó el chico al mismo tiempo que recibía un abrazo.
Eran muy similares, fríos por fuera pero sensibles por dentro, ella
inexpresiva en ese momento por las noches lloraría desconsolada.
La siguiente visita fue a un chico que admiraba porque se proponía lo
que quería, logró hacer con Aleksandra una banda que ahora era famosa
mundialmente. Marco era un genio en la música y por eso también lo admiraba.
Debo despedirme - le dijo a Marco, mientras miraba por última vez su
cabellera rockera y ropa punk que lo caracterizaba, era el que consideraba más
preparado, maduro y sabio en muchas cosas, pero no estaba tan preparado para la
despedida.
Es lo mejor, y no importa que pase con nosotros, vive y deja vivir,
alguna vez una canción te recordará a nosotros, pero recuerda que eres un
recuerdo al que quizá no deba volver.
Y con un último abrazo le cerró la puerta primero, el chico se dio
cuenta que la sabiduría de Marco siempre sería la mejor.
La siguiente visita fue a casa de Beto, al igual que Aleksandra tenía un
estilo gótico que siempre se le había hecho interesante, un chico melancólico
que sabe escuchar, por eso se llevaban muy bien, compartían sus conocimiento
personales, no intelectuales, sentían no vivían.
¿Visitas mi casa sólo en las despedidas? - Dijo Beto
Y en los buenos momentos - respondió el chico.
Pero hoy no es un buen momento, es un día de lágrimas, un réquiem digno
de Mozart.
Nunca te olvidaré, gracias por el tiempo que pasamos, gracias a ti más
que a nadie que me hiciste ver lo aplastante de mi mundo interno.
Por primera vez se dio cuenta de lo mucho que Beto le ayudó, la soledad
que era su gran amiga del chico lo estaba asfixiando hasta que Beto lo rescató
y le hizo notar lo mucho que puede aprender si se hacen amigos, él y la
soledad, él y Beto.
La penúltima casa era de una chica muy preparada y dedicada, Samanta era
periodista y mundialmente conocida por sus programas de riesgo, en medio de
guerras o la pobreza su trabajo era impecable, al igual que su amistad y
humanidad, siempre deseo tener su capacidad de expresión de Samanta.
Vengo a despedirme - le dijo mientras Samanta comenzaba a soltar unas lágrimas.
No sabes cuanta falta me harás, pero también sé que es tu camino y no
quiero hacerlo mas difícil. Recuerda que siempre estaremos juntos, recuerda que
tras una imagen hay mucho trabajo.
Con un último abrazo se despidió de sus amigos, los que conoció en un
momento que ahora no recordaba pero que lo ayudaron a sobreponerse a todo y
salir adelante, ahora les decía adiós y va por su cuenta.
Su última visita era alguien muy especial, el señor de corbata y barba
negra que siempre estuvo ahí, que lo vio en sus peores crisis y siempre lo
ayudo.
"Me despido doctor, gracias por todo" decía la nota que más
tarde encontraría en su buzón, el chico no se atrevió a despedirse de frente
pero sabía que no hay más que agregar.
Y así fue como el chico se embarcó a una nueva vida, en una nueva ciudad
con nuevas esperanzas y sueños, por primera vez en su vida se sintió libre,
comenzaba algo nuevo para él, por primera vez sintió que podía ser el, recordaría
un tiempo a sus amigos que como él han cambiado, que como él han crecido y por
eso se volvieron un problema. Con los neurolépticos que comienza a tomar sus
amigos serán un recuerdo más, al igual que esta despedida del hospital psiquiátrico
hacia su hogar, un recuerdo que sólo él entenderá.
Por primera vez creía que existía un nuevo comienzo, porque sus amigos
ayudaron a estructurar su personalidad nuevamente, no por nada surgieron en los
momentos que necesitaba.
Tiro la nota del médico indicando su trastorno disociativo, ahora necesitaría
solo su compañía, no la de otros. Y así despidió a sus amigos sabiendo que es
lo mejor.
Epilogo.
Nota del psiquiatra. No son tus
amigos, eres tú mismo, diferentes rasgos de tu personalidad. Sombras de lo que
eres para hacer de tu mundo algo mejor… pero es momento de decirles adiós.
1 comentarios:
No dejas de sorprenderme! T quiero!.. Normis <3
Publicar un comentario