Cada noche escuchaba a los hombres decir que bajaría la Luna por su mujer amada y ella sabía que si un hombre le pidiera bajar ella lo haría para permanecer a su lado.
La luna en su soledad veía el gran astro amarillo a la distancia, el único que le daba la fuerza para seguir brillando pero sabía que no era la única en el lugar, los demás planetas tenían compartido su cálido resplandor.
Una vez la Luna decidió hacer algo, bajar a la Tierra y encontrar un hombre con quien compartir sus noches. Desde ese día el cielo se quedó negro, sin nadie que iluminara más que el Sol durante el día.
Cada nuevo amanecer buscaba a la Luna, el Sol saliendo entre las montañas más altas hasta llegar a los valles más cerrados pero nunca la encontró. Los hombres ya no prometían nada a las mujeres, la Luna había desaparecido, bajado al mundo y el cielo nocturno se había perdido.
La Luna buscaba durante el único momento que conocía, durante la noche oscura, pero la luz del Sol no la hacía brillar, sin saber a dónde se dirigía se perdió en el mar. Cayó al fondo donde ni siquiera la luz del Sol era tan fuerte para llegar, perdida en la profundidad por mucho tiempo quedo con la esperanza de regresar a los cielos.
El amor del Sol nunca decayó, al contrario brillaba más durante el día para lograr ver todo, menos el fondo del mar. Y cada día lloraba tanto que el cielo se cubrió de estrellas, pero ni siquiera la luz de tantas lagrimas estrelladas en el negro cielo podrían haber llegado hasta el fondo del mar.
Un día un viejo marinero en alta mar recogía las redes de pesca, con el ancla baja, una neblina fugaz y con el cabello blanco elevaba su carga esperando conseguir alimento para ese día. Entre algas y animales la Luna salió atrapada en la red del pescador que buscaba alimentar a su familia. No era una persona cualquiera aquella mujer que enterrada tras escombros salía apenas con vida. De inmediato el pescador lo supo, era alguien que tenía un brillo que atrapaba a hombres y mujeres por igual, pero aquél brillo que había creador las más hermosas letras y desarrollado las más grandes culturas, ahora quedaba en una mujer casi muerta sin más idea de lo que ocurría.
La llevó a su vieja choza,donde el la fotografía de su difunta mujer velaba la morada, y bajo el llanto de su único nieto la Mujer-Luna despertó. En ese momento descubrió aquél hombre que la había salvado, de larga barba y mirada profunda, entonces decidió entregar su amor al salvador, mas él la rechazó mientras ella se desentendía.
Yo no soy quien tu viniste a buscar, yo ya vivía mi historia de gloria y de pesar, ahora ayudo a quienes vienen al mundo a seguir adelante, como aquél niño que llora por alguien. La Mujer-Luna explico la caída voluntaria del cielo y el viejo marinero le contó cuánto extrañaba su guía durante las noches, y cómo el mundo en la más negra oscuridad había caído, no había invento humano que supliera la ausencia de aquél brillo blanco de la Luna.
La Mujer-Luna entendió, su lugar no era en tierra, estaba en el cielo pero no quería llegar sola, seguía buscando a alguien. El tiempo en la choza pasaba y la niebla desaparecía, ante el cielo azul se alzaba el Sol, cuando observó a la Luna el corazón de ambos se iluminó, la Luna recobró su brillo pero no más que el Sol, ambos querían estar juntos, al fina había encontrado al amor de su vida, pero la Luna descubrió algo, si quería estar con su amado tendría que vivir de día, pero durante las noches iluminaría más que de día, aunque descubrió que de noche tenía a todos los hombres intentando bajar a la Luna por el amor de sus mujeres, y desde ese día decidió hacer algo, conociendo el desamor y la ilusión prefirió quedarse en el cielo nocturno ilusionando más historias de amor, mientras esperaba escribir su propia historia con las estrellas derramas por el Sol.
Todas las noches acompañó al viejo marinero al que le contaba todas sus ilusiones, siendo cómplice del mar durante el día el Sol se enteraba de las cartas de amor de la Luna y por la noche el mar susurraba los cuentos que el mar le contaba.
Al final estarían un día juntos, aunque la Tierra ya no estuviera vestida de azul pero Sol y Luna compartirían el tiempo eterno como los amantes que algún día habitaron la Tierra.
Cada nuevo amanecer buscaba a la Luna, el Sol saliendo entre las montañas más altas hasta llegar a los valles más cerrados pero nunca la encontró. Los hombres ya no prometían nada a las mujeres, la Luna había desaparecido, bajado al mundo y el cielo nocturno se había perdido.
La Luna buscaba durante el único momento que conocía, durante la noche oscura, pero la luz del Sol no la hacía brillar, sin saber a dónde se dirigía se perdió en el mar. Cayó al fondo donde ni siquiera la luz del Sol era tan fuerte para llegar, perdida en la profundidad por mucho tiempo quedo con la esperanza de regresar a los cielos.
El amor del Sol nunca decayó, al contrario brillaba más durante el día para lograr ver todo, menos el fondo del mar. Y cada día lloraba tanto que el cielo se cubrió de estrellas, pero ni siquiera la luz de tantas lagrimas estrelladas en el negro cielo podrían haber llegado hasta el fondo del mar.
Un día un viejo marinero en alta mar recogía las redes de pesca, con el ancla baja, una neblina fugaz y con el cabello blanco elevaba su carga esperando conseguir alimento para ese día. Entre algas y animales la Luna salió atrapada en la red del pescador que buscaba alimentar a su familia. No era una persona cualquiera aquella mujer que enterrada tras escombros salía apenas con vida. De inmediato el pescador lo supo, era alguien que tenía un brillo que atrapaba a hombres y mujeres por igual, pero aquél brillo que había creador las más hermosas letras y desarrollado las más grandes culturas, ahora quedaba en una mujer casi muerta sin más idea de lo que ocurría.
La llevó a su vieja choza,donde el la fotografía de su difunta mujer velaba la morada, y bajo el llanto de su único nieto la Mujer-Luna despertó. En ese momento descubrió aquél hombre que la había salvado, de larga barba y mirada profunda, entonces decidió entregar su amor al salvador, mas él la rechazó mientras ella se desentendía.
Yo no soy quien tu viniste a buscar, yo ya vivía mi historia de gloria y de pesar, ahora ayudo a quienes vienen al mundo a seguir adelante, como aquél niño que llora por alguien. La Mujer-Luna explico la caída voluntaria del cielo y el viejo marinero le contó cuánto extrañaba su guía durante las noches, y cómo el mundo en la más negra oscuridad había caído, no había invento humano que supliera la ausencia de aquél brillo blanco de la Luna.
La Mujer-Luna entendió, su lugar no era en tierra, estaba en el cielo pero no quería llegar sola, seguía buscando a alguien. El tiempo en la choza pasaba y la niebla desaparecía, ante el cielo azul se alzaba el Sol, cuando observó a la Luna el corazón de ambos se iluminó, la Luna recobró su brillo pero no más que el Sol, ambos querían estar juntos, al fina había encontrado al amor de su vida, pero la Luna descubrió algo, si quería estar con su amado tendría que vivir de día, pero durante las noches iluminaría más que de día, aunque descubrió que de noche tenía a todos los hombres intentando bajar a la Luna por el amor de sus mujeres, y desde ese día decidió hacer algo, conociendo el desamor y la ilusión prefirió quedarse en el cielo nocturno ilusionando más historias de amor, mientras esperaba escribir su propia historia con las estrellas derramas por el Sol.
Todas las noches acompañó al viejo marinero al que le contaba todas sus ilusiones, siendo cómplice del mar durante el día el Sol se enteraba de las cartas de amor de la Luna y por la noche el mar susurraba los cuentos que el mar le contaba.
Al final estarían un día juntos, aunque la Tierra ya no estuviera vestida de azul pero Sol y Luna compartirían el tiempo eterno como los amantes que algún día habitaron la Tierra.
1 comentarios:
Hola! Es la primera vez que veo tu blog y considero que es asombrosa tu forma de redactar, me identifico con tu forma de pensar y la manera de estructurar las ideas. Leerte me inspira a crear mi propio blog por lo tanto te agradezco y te felicito por este espacio. Recibe saludos desde Monterrey!
Publicar un comentario