No, no me fui, es sólo que la mala conexión, los deberes de la vida cotidiana, una mudanza y una promesa laboral incumplida como tantas otras promesas me han tenido ocupado.
Vengo de una ciudad, nací y crecí en ella, pero es una ciudad pequeña, un pueblo grande, tiene todos los servicios pero no tiene la magnitud de una ciudad, con esos edificios y gente por todos lados, de donde vengo es de esas ciudades que aún duermen después de cierta hora, que incluso los domingos parece ritual de no salir.
Ahora vivo en el corazón de una ciudad vibrante, que si bien está despierta y es insomne, sí que duermen, quizá no con el pie fuera de la cama pero es una ciudad grande que descansa. No sé si es por el confinamiento o no, pero descansa.
En las mañnas despierta el tráfico y la gente se mueve, por las tardes parece que siempre hay caras nuevas, aunque por alguna razón recuerdo bien la cara de una vendedora muy imperativa y activa en una calle principal, quiere ofrecerme algún cambio de compañía Unefon, siempre ignoro a ellos por mi decepción Weex-Movistar y mi relación mayor de odio que de amor al pueblo donde estudié la maestría. Recuerdo su rostro, pero en estos días recuerdo más su voz. Hay otro chico nuevo, adelante de ella, es muy activo pero le falta pulir más su estrategia de acercamiento, especialmente en tiempos de pandemia prefiero no estrechar la mano pero ahora con el pretexto del virus, y sin quedar como ermitaño que viene de la ciudad pequeña, más conocido como El rancho.
Siempre he batallado con la soledad pero les cuento una noticia nueva, tengo televisión, y una para mí, es pequeña pero es mía, bueno del casero pero está en mi cuarto, y tiene Netflix. Cuando era mucho más joven soñaba con una tele para mí, luego tiene como 8 años que no me entero de las teles y me emociona mucho tener Netflix (por tiempo limitado) y una tele.
La felicidad va por momentos, cortos o largos pero son periodos que se apagan, que sólo se recuerdan cuando pasamos por esos cuartos donde encerramos con llave los momentos. Y a veces con doble seguro, como el nuevo lugar donde vivo y me emociona.
En fin, sigo conocimiendo la ciudad y una nueva vida, pero las viejas inseguridades y limitaciones siguen ahí. Por ahora sigo, sólo que no he podido comentar donde debería porque el internet sigue igual de mal, aquí en la ciudad, en el rancho o en aquél pueblo donde durante 6 horas nos cortaban toda comunicación para trasladar prisioneros... o quizá así es en todo el país.
2 comentarios:
Espero lo de la promesa laboral incumplida se remedie y te llegue incluso algo mejor. A muchos nos han hecho eso, y sé cómo se siente.
El tema de la mudanza que me describes lo entiendo. Adaptarse no siempre es fácil. Yo si tuviera una oportunidad sólida sí me iría de donde estoy, buscando una ciudad más pequeña y que cumpliera la mayoría de mis requerimientos: como muchos, lo primoldial para mi sería paz y seguridad.
Qué tal, amigo. Un saludo.
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