Bajo el sol que una vez entibió su piel, ahora ilumina su curtida y muerta sombra, de lo que alguna vez fue una gran figura, no queda más que que una sombra marchita, el rey sin corona que se arrastra sobre las ruinas de su reino.
Se prepara para escribir la última balada que lo libere de su tormento. Con el papel del pergamino que guiaba el destino, ahora no queda más que tomar la tinta roja para que deje la huella de su último amor. Rojo como la sangre que ahora ya no corre por sus venas, rojo como era su corazón de piedra, rojo sobre el papel sangrante vuelve a escribir sus últimso versos para la doncella que alguna vez reinaba en sus sueños, y era dueña de aquél noble corazón que envvejeció.
Y se prepara tomando el violín dorado que ahora no cantarás más que el sonido de lágrimas de sal al caer sobre la tierra, estéril y ahora cálida por el sol que se prepara para morir, mientras los últimos versos desgarran el papel que guarda las palabras nunca dichas.
Con el ocaso preparándose, el sol se prepara para descansar, y llevar a la tumba lo que la luna no necesita, guardado sobre el corazónd e piedra el papel que sangraba los versos del amor nunca hablado, ahora es tan frágil al convertirse por última vez en un corazón de papel, esperando que las anchas rojas pueden hacer correr la arena en lo que fueron sus venas.
El sol se tiñe de rojo mientras nuestro poeta muerto expresa con cuerda doradas el sonido de las lágrimas.
Hasta los ángeles lloran, el final de su historia.
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