Mi travesía por el mar de lágrimas

Y aunque pudiera sonar a alguna rara analogía no es más que el inicio de lo que ocurrió ayer.

Como cualquier día normal de estos en la ciudad había un sol castigador que no hacía más que reír maquiavélicamente mientras uno sudaba como si de agua estuviese hecho. Las horas en clase se volvieron un poco pesadas, por primera vez este semestre pedimos clases afuera, hacia demasiado calor como para quedarnos en el salón que a pesar de no tener buena ventilación dos ventiladores cumplen bien esa función natural.

En la segunda hora de clases vimos una película, aburrida, o bueno no adecuada para ese momento del día, todos mundo cabeceando o durmiendo, el profesor fue el único interesado en la película y su joven pupilo que apuesto desea tenerlo como padre... o dios. Después de aquél agobiante momento llega otra materia donde nos enteramos que las últimas dos horas no tendremos, y saldremos dos horas antes.

No podía haber más felicidad hasta que media hora antes de la salida comenzó a llover. Uno dice ¿en estos días llueve? Pues sí, llovió. Uno que sí estudia lleva todos sus aparatos electrónicos como celular, computadora y reproductor, Entonces sal salir una lluvia ligera no impedía que me fuera, a pesar de que me mojara un poco. Salí y seguí caminando bajo la lluvia que era molesta pero nada peligrosa, por momento un viento incrementaba la lluvia. Pero no sabía lo que vendría después.

A medio camino comenzaba a soplar más y más viento, más y más agua caía, en ese momento me resigné a mojarme todo, literalmente todo, y cuando digo literal es literal. Fue como una tragicomedia donde al final de cuentas no importaba todo lo malo que pudo pasar, sino lo gracioso era lo peor que pasaba después, que dos moléculas de hidrógenos y una de agua te hagan cambiar el color de ropa, pegarla a tu cuerpo como plástico y hacer correr a la gente, pero no me preocupaba más que saber que la ropa que llevaba no tendría más remedio que dejarse secar.

Pero al recordar todo lo electrónico que llevaba la relativa resignación se convirtió en una carrera por ellos. Como el viento enviaba la lluvia en una sola dirección tuvo que ir cerca de una puerta de una casa alta en la que no caía agua, abrí la mochila y miré que algunas hojas se mojaron y algunas cosas empapadas como mi pantalón donde llevaba mi celular habían dejado entrar algo de agua, preocupado por ello lo cubrí con una bolsa que llevaba para guardar mi comida y seguí con el viaje, corriendo por salvarlos.

Caminaba bajo un cielo casi negro, no sólo por la lluvia, sino por la hora. Pasé por calles y autos que ya importaba si salpicaban o no, el daño estaba hecho. Al llegar frente a casa recordé el último obstáculo. Vivir a una cuadra de un río no ayuda mucho porque toda el agua comienza a bajar, pero trae piedras, tierra y demás cosas, entonces la calle se llena de agua café o negra cuando son las primeras lluvias. Y esta vez no fue la excepción. Tuve que pasar como si ya nada importara, saque el reproductor de música de la bolsa donde estaban mis llaves y abrí como pude. Llegué, saqué todas las cosas y mojé todo el piso donde iba, revisé el daño y algunas pruebas mojadas, todo se mojó un poco pero nada grave para pensar en consecuencias futuras.

Aunque algunos papeles se mojaron no tuvieron tanta importancia. Pero eso fue lo que sucedió, aunque no es lo mismo escribirlo que vivirlo.