Cuando mi padre murió me dejó su reinado, era un gran reino, pero no todo el mundo, con el paso del tiempo comencé a entender las reglas del juego, comenzaba a tener lo que deseaba, manipulaba a las personas sin conocerlo, ni siquiera conocía la palabra "manipular", pero es que así he vivido toda mi vida, por eso llegué a ser el Rey, siendo el hijo menor. Cuando me di cuenta tenía todo lo que quisiera de mi reinado, pero quería más.
Con el paso del tiempo comencé a llenarme de las arcas de otros reinos y cuando veía podía comprar esos reinos, enormes reinos que fueron a la ruina. Y yo los compré, o mejor aún cedían ante mi poder. No me considero un tirano, ni un dictador, ni un soldado, pero cuando vi el mundo estaba bajo mis pies. Tenía todo, desde velas hasta energía nuclear, desde estampas de colección hasta tecnología de punta. No podía pedir más, ya tenía todo en el mundo.
Muchos dirán que conseguí esto con amenaza, con miedo, con fuerza, pero nunca he sido así, conseguí las cosas porque la gente se dejaba manipular y yo no conocía esa palabra, sólo hacía lo que me dejaban hacer las personas. Pero un día me dijeron esa palabra y entonces quise cambiar.
Fui a ver a los más grande científicos, psicólogo, psiquiátras, neurólogos, pedagogos, químicos... todo, y siempre se dejaban manipular, sólo alimentaron lo que no quería. Hasta que una señora con la más infinita bondad que pude ver alguna vez me habló de los antiguos magos que aún sobrevivían por los rincones de un bosque. No tuve opción y los fui a buscar.
A cambio de la supervivencia de su clase y de la protección de sus tierras ellos me ofrecieron algo que me serviría, y lo tomé, y ellos están perdido todavía en medio del bosque pero no se preocupen, que yo los cuido, y si alguien intenta aventurarse en sus tierras entonces pagará el precio.
Y por eso es que tuve que construir aquél cuarto, al que nadie más que yo puede entrar, ni siquiera mi amada reina que es la que conoce casi todos mis secretos. El cuarto es de los más avanzados en tecnología, seguridad que ni se imaginan que existe, pero nada es menos para proteger mi amado tesoro.
Es un cuarto pequeño, como el de cualquier casa, apenas habría espacio para un automóvil, pero lo suficiente para mi tesoro. Es un pequeño espejo que sólo alcanza a reflejar la mitad de mi cuerpo pero es más de lo que quisiera.
El espejo sirve para ver quienes somos en realidad, nos quita las máscaras que usamos diario, cuando me veo ante él no veo al rey, no veo al esposo, no veo al padre, no veo al hijo, no veo al casi dios... sólo me veo a mí.
Descubro que todos serían felices con todo lo que tengo, que los que me rodean me envidian por mis riquezas, pero al verme en el espejo no veo más que una persona marchita, es el alma la que refleja, y mi alma parece estar vacía hace tiempo, no es que no me llenen las cosas, sólo que no hay nada que llenar en esta marchita carcasa. Cada día lo viví al máximo, aunque la gente no lo supiera, pero detrás de este castillo se crearon muchas cosas, no creo que alguien hubiera podido reinar el mundo sin haber vivido más que cualquiera.
El camino a la cima es lo más divertido, en el camino se encuentra la felicidad, no sé qué pensar, porque en la cima encontré mi verdadero destino, y me hace sentir esa felicidad perdida.
Ya no quiero nada de lo que tengo, que la familia lo conserve o lo dé, pero a mí no me sirven cosas materiales en la muerte, quisiera regresar el tiempo y conversar las cosas sencillas que tenía, quisiera haber perdido toda la tecnología y haber vivido en el bosque, quisiera no haberme vendido ante algo que ahora sé es más poderoso que yo: la ambición.
Y así es como me despido, aquél que quiera conversar este espejo tendrá que cuidar lo que habita en los bosques, tendrá que aprender a verse el alma y a no perderse en la locura de su verdadero yo.
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Beto: Y esa es la historia que cuenta César, el chico que vive en la esquina de la casa, cuando le pregunté de su pasado.
Carla: Muy entretenida, lástima que ya no esté cuerdo, parece que fue muy agradable.
Carla: Muy entretenida, lástima que ya no esté cuerdo, parece que fue muy agradable.
1 comentarios:
Ok... creo que si te hizo daño que te contara la leyenda esa, jajajaja.
No, mentiras, es un cuento verdaderamente siniestro, pero me gusta mucho su moraleja. Es como siempre digo: si en vez de buscar la felicidad la encontráramos, sería mucho mejor.
Saludos!!!
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