La última pelea entre Romeo y Clara. Es el último florero que se estrella contra esa pared y el último cristal roto. Romeo se agacha para tomar su chaqueta y se corta el dedo con aquél cristal que una vez fue un florero multicolor. Una gota de sangre cae y se pierde en las profundidades del sofá.
Una discusión simple como las últimas, desacuerdos en la cena, en el desayuno, en el trabajo... ya llegó el momento en el que no sabían porqué discutían, sólo lo hacían tan natural como respirar. Pero esta era la última.
Claro se fue de la ciudad, incluso del país, tenía esa oportunidad en su trabajo por un mes y la tomo, cuando Romeo se enteró pensó en detenerla y disculparse, pero el orgullo era mayor en ese momento, y aunque Clara dudó al subir al avión no se detuvo en su andar a su asiento.
Nunca se enteraron más de sus vidas después de esa noche, sus amigos les hablaban que los habían visto o habían oído algo pero siempre se negaban a preguntar más, lo pasado es pasado.
Un mes después Clara regresó, vivió sola todo ese tiempo en un lugar extraño y sin amigos, eso la ayudó a descubrir que Romeo sí era el amor de su vida y sólo necesitaba un descanso del trabajo para mejorar esa relación.
Llamó a Romeo para decirle cuanto lo amaba pero no contestó. A la mañana siguiente supo porqué.
Romeo había renunciado cuatro días antes porque el trabajo lo estaba matando, al día siguiente de haber renunciado se dio cuenta que amaba a Clara y el problema era el trabajo. Decidió renunciar y buscar otro, emocionado estaba que decidió buscarla en donde estuviera, al saber su ubicación no dudó y salió con su moto rumbo al aeropuerto para sorprender a Clara en aquél apartamento donde habitaba sola.
Parece que salió muy emocionado, exceso de velocidad y el amor no es una buena combinación, si hay un consuelo todo apunta a que Romeo no sufrió, quizá ni se dio cuenta que el camino se había acabado.
Clara regresó al departamento donde hace un mes había tenido su última discusión, y se sentó sobre aquél sofá donde Romeo sangró. Las lágrimas sobre Clara rodaron y una lágrima se volvió a perder entre el tejido del sofá y casualmente cayó sobre la gota de sangre que alguna vez derramó Romeo, y a la vida volvió la gota.
Con el tiempo la gota se movía, buscando luz solar, buscando un lugar más cómodo en el sofá, subía y bajaba y aunque buscaba la salida no la encontraba. Los días pasaron y Clara tenía que ir al funeral.
La gota de sangre encontró una salida, bajo el cojín que Clara casi tira al salir. La gota se acercó a la ventana, recorrió el lugar, tomó un poco de agua y decidió descansar sobre el sofá nuevamente.
Cuando Clara llegó vio una figura roja sobre su sofá, se acercó y los ojos rojos eran los claros y pacíficos ojos de Romeo: "¿Cómo...?" intentó hablar Clara pero fue callada por el dulce beso de Romeo sangrante. Clara volvía a tener vida y aunque Romeo ya no era el coagulo nunca podía volver a tomar forma humana, pero eso no importaba, estaba ahí, de nuevo.
Tocaron la puerta interrumpiendo el momento, había olvidado por completo la vida que había iniciado unas horas atrás con Carlos, un amigo de su mejor amiga. Se miró en el espejo que está a lado de la puerta y vio que el labial de Romeo había impregnado sus labios de un color rojo. Le diré que es salsa de tomate, pensó.
Al cerrar la puerta regresó a los brazos rojos de Romeo.
3 comentarios:
Justo cuando pensaba "Típica historia de amor conmovedor" la gota de sangre cobró vida! Me pareció genial!
Espero que Romeo no olvide usar profilácticos.
Nadie puede contra el amor de verdad...
Buena, muy buena.
Saludos.
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