No es sólo el hecho de que tengo que verlas cada día por cuestiones que preferiría evitar a toda costa pero no puedo, siempre que voy caminando, a mitad de la oscuridad veo la borrosa luz mortecina a lo lejos y en medio de la oscuridad, la luz que debería alegrarme me sumerge en nostalgia. Una nostalgia amarillenta que me empapa sin que pueda huir.
Busco evitarla y no sé si la detesto pero preferiría que no existiera, preferiría ver una ciudad iluminada por el rosa antes de ver ese amarillo oscuro que la cubre. Nunca me había dado cuenta de que aquellas luces mecánicas siempre han iluminado de nostalgia mi corazón al verlas.
Creo que la oscuridad esconde su belleza y no tienen fuerza para luchar contra ella y por eso se visten de gala durante el día.